Eder Mendo se jubila este mes tras 27 años en el cargo de director Comercial de Lince (La Industrial Cerrajera, Elorrio, Vizcaya), uno de los grandes fabricantes nacionales de cerraduras, candados y bombines. La satisfacción de ver crecer el éxito de los clientes, la confianza entre compañeros y los esfuerzos para recuperarse de etapas duras como la crisis de 2008 o la pandemia, son algunos recuerdos que le han marcado en lo personal. Mendo se despide con una crítica al sector porque «suele centrarse más en el precio que en la calidad y el servicio», según dice. Por lo demás le pide a su sucesor, Ferrán Zambrano, que escuche siempre a los clientes y mantenga la cercanía con ellos.
—Casi tres décadas en La Industrial Cerrajera (Lince). ¿Cómo resumiría estos 27 años en pocas líneas?
—Empecé en mayo de 1998 y, salvo un paréntesis de dos años y medio, aquí he pasado mis últimos veintisiete años: intensos, llenos de retos, aprendizajes y muchas satisfacciones. Sobre todo, me quedo con las relaciones humanas: con los compañeros, con los clientes y con todo el sector. Si tuviera que resumirlo en una sola palabra, sería gratitud.
—¿Qué ha caracterizado, en su opinión, la parte comercial de la empresa durante estos años?
—Destacaría, ante todo, la cercanía con el cliente y la seriedad en el cumplimiento de nuestros compromisos. A ello se ha sumado una apuesta constante por la innovación, siempre respaldada por la experiencia, el valor del equipo humano y los principios tradicionales que han convertido a Lince en una referencia en el sector.
—Tuvimos una crisis muy grande en 2008. ¿Cómo logró salir Lince de esa crisis?
—Fue un momento muy complicado. Nos encontramos con un escenario de incertidumbre total: negocios cerrando, problemas financieros con los clientes, muchos impagos… Lo afrontamos con realismo, cuidando mucho la relación con los clientes y reforzando la confianza mutua. Con todo y con ello, no dejamos de innovar, aunque los tiempos fueran duros, y mantuvimos la palabra dada. Esa coherencia nos permitió atravesar la crisis y salir más fuertes.
—Y los años que vinieron a continuación… ¿Cuál fue comercialmente más fácil y cuál el más difícil?
—El más difícil, sin duda, fue marzo de 2020 con la pandemia. El parón de la actividad y la incertidumbre del mercado supusieron un reto enorme, como nunca habíamos vivido. Tuvimos que cambiar la forma de comunicarnos y de trabajar, adaptarnos rápidamente a nuevas dinámicas y, al mismo tiempo, aprovechar la oportunidad para reforzar la cercanía con los clientes. Los años más fáciles llegaron después, con la recuperación del mercado. Fue entonces cuando pudimos recoger los frutos del esfuerzo realizado: un equipo humano interno y nuestra red comercial, más cohesionado que nunca y unos clientes que, lejos de distanciarse, se mostraron aún más próximos y comprometidos con nosotros.
—¿Alguna anécdota que se le haya quedado especialmente grabada?
—Más que una anécdota concreta, me quedo con la satisfacción de haber acompañado a muchos clientes en su crecimiento. Ver cómo pasaban de dar sus primeros pasos a convertirse en referentes ha sido muy gratificante. Desde mis inicios, he acumulado un sinfín de anécdotas en ferias, viajes y visitas: historias particulares, confidencias privadas… En muchas ocasiones, más que comercial, tocaba ejercer como psicólogo, financiero, asesor o incluso confesor. Era casi una terapia cliente-amigo. Con el tiempo, eso se convirtió en rutina y forma de trabajar. Y seguramente será algo que echaré de menos.
—Díganos algo crítico sobre el mercado de cerrajería.
—El mercado ha estado y está demasiado enfocado en el precio, dejando en segundo plano la calidad, la innovación y el servicio. Una cerradura no es un simple producto: es seguridad y confianza. Y eso no puede medirse únicamente en euros.
—¿Quiere darle algún consejo a su sucesor, Ferrán Zambrano? ¿Cuál?
—Sí, que escuche siempre al cliente, mantenga la cercanía y sea coherente con la palabra dada. Los productos cambian, la tecnología evoluciona, pero la confianza se gana estando cerca y cumpliendo lo prometido.
—¿Con qué estado de ánimo deja el sector y afronta la jubilación?
—Con orgullo por todo lo conseguido y con tranquilidad, porque sé que la empresa se queda en buenas manos. Y, personalmente, con ilusión, porque comienza una nueva etapa para disfrutar, aunque siempre llevaré al sector conmigo. Quiero dar las gracias a los clientes por su confianza y apoyo, que han sido el verdadero motor de nuestro crecimiento. También a todos los profesionales del sector, con quienes he tenido la oportunidad de compartir experiencias y aprendizajes. Y, de manera muy especial, quiero expresar un agradecimiento eterno a mis compañeros de trabajo. Con ellos he tenido la suerte de compartir equipo, esfuerzo y muchos momentos que hoy forman parte de mi vida y de este viaje. Ha sido, sin duda, un auténtico privilegio.