No hay una explicación única, ni claves irrefutables, para explicar la supervivencia de las compañías más longevas, pero en todos los casos aparecen dos factores decisivos en su exitoso recorrido: pasión por el trabajo y amor por la empresa. Ambos están implícitos en las historias empresariales que superan el medio siglo de vida y que traemos a este número. A los dos factores habría que sumar todas las demás circunstancias que han concurrido en su nacimiento y que permanecen en su trayectoria, desde un sueño visionario, una idea premonitoria, ilusión, necesidad, tenacidad, esfuerzo, paciencia…
Estas empresas, en mayoría, enmarcan su historia en el seno de una familia en la que basan su protección, cohesión y desarrollo. Y ese motor dinamizador se refuerza cuando entran en la organización hijos, nietos, hermanos. “La familia inspira la estrategia y orienta las decisiones”, como bien dice José Ramón Sanz, de la fundación Numa.
No nos quedemos en una visión parcial. Merece la pena recordar el libro Los secretos de las empresas familiares centenarias de Miguel Ángel Gallo y Joan María Amat. La continuidad de una empresa familiar depende de su capacidad para manejar con éxito y de forma simultánea tres aspectos críticos. El primero, la innovación de sus productos, la competitividad de sus procesos y la eficiencia de su gestión, es decir, motivación, compromiso, formación y calidad en el liderazgo. En segundo lugar, ser capaz de responder a los retos específicos y, en especial, a la planificación del relevo generacional y el mantenimiento de unas relaciones fluidas entre familiares y no familiares en el seno de la empresa. Y, en tercer lugar, solucionar los problemas relacionados con la planificación estratégica familiar, el gobierno familiar, la distribución y utilización de la riqueza creada por la empresa familiar, la formación y educación de la siguiente generación familiar, el mantenimiento de unas fluidas relaciones familiares y la conservación del legado familiar.
Como decíamos al principio, no hay una única clave. Pero si tenemos en cuenta que la vida de una empresa suele ser bastante efímera y que seis de cada diez desaparecen en un plazo de cinco años, las que celebran su primer cincuentenario, y los sucesivos, saben que la supervivencia está en que cada generación sepa crear, aportar y crecer. No hay más, salvo el mayor aplauso y reconocimento de todos nosotros en sus cumpleaños.