“La hora digital en un sector construido con apretones de mano”

Alejandro Lozano.

OPINIÓN 

Por Alejandro Lozano, responsable DIY de AECOC.


Llevamos años anticipando que el sector de la ferretería y el bricolaje debería reinventarse para adaptarse a un nuevo comprador y a las nuevas formas de consumo. Lo que no llegamos a imaginar es que viviríamos un momento de interrupción completa y, aún menos, que un virus sería el causante de un contexto que nos obliga a replantear qué y cómo seremos en el futuro.

Hace no tantas semanas hablábamos de las consecuencias que iba a tener la interrupción de la producción en China causada por el COVID-19. Preveíamos una afectación que empezaría a notarse a partir de los meses de abril y mayo, tanto por las posibles roturas de stock de los productos fabricados en Asia, como de las producciones europeas que dependían de componentes asiáticos. Y, para acabar de llenar el vaso, añadimos las materias primas…

La industria ha reaccionado: las navieras están colaborando para unir recursos, mientras que las empresas europeas se ven obligadas a valorar nuevas localizaciones de sus producciones como alternativa al parón asiático. En un futuro no muy lejano veremos si este movimiento se consolida y si las empresas deciden asumir los costes de la producción local a cambio de una mayor agilidad y una menor incertidumbre en sus pedidos, eligen otros países (para la totalidad de su producción o, simplemente, por diversificar) o mantienen a sus partners actuales.

La situación ofrece oportunidades muy concretas, como la ventana que se ha abierto para los fabricantes de ordenadores portátiles con el teletrabajo, o el incremento de ventas que están logrando los desarrolladores de EPI’s. Pero la realidad es que la crisis del COVID-19 crea un contexto muy preocupante para la mayoría del tejido productivo y que va a requerir esfuerzos inmediatos para afrontar el día después.

Serán esfuerzos encaminados no solo sobre cómo recuperar las ventas perdidas, sino también sobre cómo nos relacionamos a partir de ahora en nuestras organizaciones. El estado de alarma instaurado por el Gobierno ha obligado a las empresas de la ferretería y el bricolaje a digitalizarse para vender y también para mantener su actividad a través del teletrabajo.

Estamos ante un periodo en el que, por imperativo, el teletrabajo puede demostrar que, a la comodidad doméstica que se le supone, añade un plus de productividad y eficiencia.

Personalmente, me asaltan varias dudas: ¿habrá un cambio de comportamiento del consumidor? ¿Cómo vamos a comprar? Nuevamente, se abre el debate sobre el online vs offline. Vemos a la sociedad, confinada, con muchas ganas de salir de casa. ¿Favorecerá esta situación a las tiendas físicas? ¿Generará, el Covid-19, una revaloración de la interactuación social? ¿Valoraremos más el salir de casa, dar un paseo y ver (y comprar) en las tiendas? O, por el contrario, ¿el e-commerce habrá cubierto las necesidades del cliente, en cuanto a asesoramiento y contenido, y éste preferirá la opción de quedarse en casa? Lo que está claro es que ambos canales tienen una oportunidad para sortear las fricciones de la omnicanalidad y manifestar sus bondades (desde la experiencia, hasta la comodidad). Sin duda, un reto colosal para un sector habituado a la confraternización laboral, en el que los negocios y las relaciones se han construido con apretones de mano.

Ahora, el teletrabajo nos expone. Ya realizábamos videoconferencias, pero hemos pasado de una solución ocasional a un ejercicio habitual. Y no sólo porque en las videollamadas mostramos el cuadro que reina en nuestro salón y nuestras mejores galas domésticas, sino porque evidencia nuestras limitaciones digitales. En los pocos días que llevamos, yo estoy viviendo un espíritu constructivo generalizado. Todos nos ayudamos para mejorar la conexión (ej: ‘apaga la cámara que me oirás mejor’, ‘cambiemos a esta otra plataforma’…), facilitar el trabajo del otro, comprensión absoluta frente a interrupciones domésticas (los hijos están jugando un gran papel) e incluso aumentar los vínculos personales, con nuestros interlocutores profesionales, puesto que realizamos reuniones fuera de nuestro ámbito laboral y compartimos parte de nuestra vida personal.

Los problemas de conexión, interferencias y dificultades para dominar los diferentes sistemas de comunicación nos incomodan. Sin embargo, tienen un efecto positivo: con tal de sacarnos de encima la molestia vamos al grano y somos más operativos. Tratamos los temas de trabajo minimizando los preámbulos sociales y, si podemos resolver una gestión con un whatsapp, lo preferimos antes que organizar tres reuniones virtuales.

Estamos ante un periodo en el que, por imperativo, el teletrabajo puede demostrar que, a la comodidad doméstica que se le supone, añade un plus de productividad y eficiencia. Si esto es así, muchas empresas de nuestro sector -y de otros- deberán afrontar el reto de incorporar esta metodología en su día a día, de encontrar argumentos para volver a lo que ya conocemos o proponer opciones mixtas (probablemente, la más sensata).

El COVID-19 ha provocado un reset en el sistema productivo de éste y otros muchos sectores. Nuestro reto es anticipar cómo responderemos a la reactivación.


(Artículo cedido por la revista Iberferr).
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