Por Carlos Pujana, exgerente de Izar y actual asesor del consejo de administración de la empresa.
Todavía recuerdo con claridad aquel 1º de septiembre de 1997, mi primer día en IZAR. Venía de trabajar en una multinacional de éxito, con ganas de cambio y con la ilusión de poder desarrollar un nuevo proyecto en una empresa de economía social, una empresa de personas, más ligada al país y a sus necesidades.
Mi primera visita al taller, de la mano de Horst Binder, director gerente recién incorporado, me impactó por la dureza de los procesos productivos que allí se desarrollaban, la neblina persistente que dificultaba la visión y empapaba de aceite el suelo cubierto de serrín. Sin embargo, impactaba también, la fuerza que transmitían las personas, a la vez que su impotencia, ante la situación de profunda crisis en la que se encontraba sumida la empresa, en un mercado extremadamente competitivo.
Nuestro país había estado sometido durante muchos años a la autarquía y los fabricantes estaban poco acostumbrados a lidiar con la competencia externa. Como IZAR, luchaban todavía para superar los efectos negativos de la incorporación a la Unión Europea 10 años antes. IZAR fabricaba entonces, no solo herramientas de corte, brocas, fresas y brochas, sino también maquinaria. Había quedado fuera del proyecto de aglutinar y coordinar el sector, liderado por las autoridades autonómicas de la época. Sin embargo, había hecho frente a una profunda reestructuración, que no era suficiente para asegurar el futuro. En este contexto, el nuevo equipo gestor, del que formé parte desde el inicio como Director Comercial y desde 2004 como Director Gerente, optó por reforzar el rol de las personas, haciéndolas partícipes no solo del trabajo, sino también de la propiedad, para construir así nuestro orgullo corporativo y un futuro compartido.
Hoy, recuerdo con especial cariño a aquellos 124 socios fundadores de la nueva IZAR, que confiaron en mí para liderar este proyecto, jubilados todos y algunos de los cuales ya no se encuentran entre nosotros.
A partir de ahí, trabajo, trabajo y más trabajo. Contábamos con instalaciones obsoletas, fuera de ordenación y un parque de maquinaria muy antiguo. Teníamos pocos, pero grandes clientes. Trabajábamos mucho, fabricando para otras marcas, pero sin conseguir rentabilizar nuestro trabajo.
Progresivamente fuimos potenciando nuestra propia marca. Ampliamos el número de referencias en catálogo. Crecimos en número de clientes y mercados. Pusimos al cliente en el centro, como nunca antes lo había estado. Nos enfocamos no solo a la calidad, que se nos presuponía, sino también y radicalmente, al servicio.
No es fácil explicar como hemos llegado hasta aquí en estos 25 años. Disponemos de una de las más modernas instalaciones existentes en Europa en nuestro sector, donde hemos podido implantar una gestión por procesos, basada en la fabricación ajustada o “lean manufacturing”. Somos una empresa sólida y rentable, lideres en nuestro mercado natural y con presencia en más de 90 países de todo el mundo. Recuerdo viajes por todo el mundo, visitar más países de los que imaginaba que visitaría nunca, entrevistarme con tantas y tantas personas: clientes, proveedores, incluso competidores… ¡A todas ellas les debemos tanto! En este trayecto, nos ha tocado también colaborar por el progreso y la mejora de nuestro sector, desde asociacio¬nes sectoriales como: ASLE, AFM, HSS FORUM, AFEB, AECOC… y tantas otras.
Hoy, recuerdo con especial cariño, a aquellos 124 socios fundadores de la nueva IZAR, que confiaron en mí, para liderar este proyecto, jubilados todos y algunos de los cuales ya no se encuentran entre nosotros.
Finalmente, quiero expresar mi cariño y agradecimiento al equipo de jóvenes colaboradores de entonces, y no tan jóvenes, ya que sin su trabajo y entusiasmo, nada de lo conseguido hubiera sido posible. Sobre sus hombros y el de las nuevas incorporaciones, que han enriquecido IZAR estos últimos años, descansa el futuro de esta extraordinaria empresa.
Artículo publicado en Iberferr 250, septiembre, con motivo de la jubilación de Carlos Pujana.